sábado, 26 de julio de 2008

Leyenda Oaxaqueña...






DONAJI……. LA LEYENDA


Una bella historia de amor, tradición y raíces…


La casa del Rey Cosijoeza estaba de fiesta. Un bagidito de plata llenaba los ámbitos de cálida alegría y encendió todos los cariños; ya habían puesto en sus manos hoyueladas, el malacate simbólico de la femineidad(el malacate es una especie de dote) y, cual una princesa de cuento, la niña recién nacida esperaba a las hadas de los bellos dones.

Tiboot, el sacerdote de Mitla, descifra en el cielo el signo de aquella niña, hija de la amorosa Pelaxilla y del rey zapoteca, noble y fuerte, cual un dios de los griegos.

Tiboot titubea y dice al fin:
"Múltiples virtudes adornaban a nuestra princesa, pero el signo de la fatalidad estaba en el cielo cuando ella nació. Este hecho, precursor de funestos sucesos, nos decía que ella misma se sacrificaría por amor a la patria".

El capullo de carne y rosas se llamó Donají, nombre sonoro y dulce que quiere decir: "Alma Grande".


Pero un día el estruendo de la guerra despertó una noche a la núbil princesa, hecha ya de gracia y belleza.

Mixtecos y Zapotecos disputaban, pueblos igualmente fuertes, sabios y poderosos.

Los guerreros Zapotecas, traían un prisionero moribundo; la sangre bañaba su cabeza y una palidez mortal cubría su faz virilmente hermosa. Sus ropas y sus armas indican que pertenecía a elevada alcurnia. Estaba sin conocimiento, los guerreros lo dejaron y retornaron al tumulto de la lucha.

Donají la princesa, compasiva, lavó sus heridas y lo escondió del furor de sus enemigos. Juventudes brillantes, audaces, nobles vástagos en plena edad del mejor ensueño, sintieron que el amor había brotado entre ellos, uniéndolos para siempre.

Cuando el príncipe Nucano, que en mixteco significa "Fuego Grande". El cual era el nombre del prisionero, se restableció, y pidió a Donají que le dejara partir. Los Mixtecas contaron una vez más con el valiente y arrojado príncipe, que los guaba en las victorias, gracias al amor de Donají.

La lucha se había entablado encarnizadamente. El valiente Cosijoeza había tenido que abandonar Zaachila, capital de su reino. Una vez entabladas las negociaciones de paz, los Mixtecas las aceptaron, pero, desconfiando del astuto rey zapoteca que había tenido tantos ardides en la lucha, pidieron en prenda de paz a la dulce princesa Donají, que embellecía los días de su padre. Si por alguna circunstancia el rey zapoteca no respetaba los tratados, la princesa sería muerta por los guardianes Mixtecas.

El sacerdote católico, pues se estaba entonces en plena Conquista, iba todos los días a visitar el campo de los Mixtecas y dejaba algo de la leyenda de un Dios único, desconocido. Donají pidió el bautismo, y el Padre Juan Díaz le puso el nombre de Doña Juana de Cortés, rememorando en la doncella Alma Grande a su reina española.

Corrían una y otra las noches de luna resplandecientes. Donají se sentía humillada de ser prenda de paz, cuando la palabra de su augusto padre bastaba por sí sola, como que era la palabra de un rey.

Una noche en que había muerto la luna resplandeciente y los mixtecas dormían confiados, Donají atenta a los rumores de la noche pensaba: ¡ Oh, si yo pudiera...!

La ocasión se presentaba propicia y con una de las damas envió a su padre recado de que los Mixtecas dormían en la placidez de sus dominios de Monte Albán.

Pasaron momentos largos y pesados. De pronto, un leve murmullo avisó a la Princesa que los suyos subían por la montaña. De improviso cayeron en el campamento y los Mixtecas murieron a millares, antes de haber organizado la defensa.

Un dardo penetró en la alcoba de la princesa; era señal convenida de que los suyos iban a rescatarla. Se disponía a huir, cuando los guardianes Mixtecas la apresaron, para vengar en su persona la afrenta de los Zapotecas.

Bajaron la montaña. Un nombre musitaba sus labios puros y rojos que parecían morir de desesperanza. Nucano, el de los blancos amores, era sólo un recuerdo que parecía perderse en las brumas de aquel amanecer. Los negros ojos de Donají, se entrecerraron para enviar sus últimos pensamientos a Zaachila, a la patria bella, grande y victoriosa.

Los sones bélicos de los Zapotecas llegaban hasta los oídos de los fugitivos; el agua del río se veía oscura por la sangre de los guerreros de Cosijoeza. La sed de venganza brotó incontenible entre los Mixtecas; ahí tenían a Donají, la bella, la del Alma Grande... Y junto a las aguas rumorosas, se consumó la venganza. Y allí mismo, el tibio y decapitado cadáver encontró sepultura, y la verde pradera entretejió su mortaja, mientras el Río Atoyac recitaba la muerte dolorosa de la princesa zapoteca...

Pasó mucho tiempo. Se cuenta que un día de invierno, un pastorzuelo descubrió un lirio fragante al pasar por las márgenes del Río Atoyac. Lo insólito de una flor en esa época lo llenó de asombro. Más aún, cuando a los quince días volvió a encontrar en el mismo lugar, el mismo lirio terso y lozano, como si un misterioso poder lo conservara.

También cuentan los enamorados que se citaban en el parque de Cuilapan que por las noches cuando la luna brillaba y las estrellas titilaban, el espíritu de la princesa Donají y su amado Nucano paseaban como recordando su gran amor…


Amigos es necesario comentarles que la narración original no es versión mia sólo quisero compartirles esta bella historia hecha leyenda de mi Oaxaca.

Zaachila: Es una pequeña ciudad counurbada a la Ciudad de Oaxaca de Juárez, es parte del valle del mismo estado.

Cuilapan: Es un poblado igualmente conurbano a Oaxaca que se ubica entre Oaxaca y Zaachila, mismo que es cuna de la danza de la pluma, baile ejecutado por varones representando el valle.